Exprimido hasta que el cuerpo ya no puede más: Cómo los grandes hipermercados se deshacen de sus trabajadores cuando les han extraído hasta la médula

Entrevista realizada por Carmen Botía Morillas, miembro de ABP


Rafael, 57 años, 600 euros de pensión por invalidez tras 32 años trabajando en el sector de la distribución al por menor, su salario final, tras su vida profesional fue de 1.200 euros. Los últimos años desempeñó su trabajo en una conocida multinacional que absorbió la empresa local en la que comenzó su actividad profesional.

Su historia muestra cómo las empresas, las grandes multinacionales se deshacen de sus trabajadores cuando éstos ya no le son rentables porque físicamente ya sus cuerpos no pueden satisfacer las demandas que siempre están por encima de los ritmos y esfuerzos que sería razonable pedir a los trabajadores y trabajadoras si se velase realmente por la salud y seguridad en el trabajo. La empresa trata de despedirle, justificando su procedencia, aunque sea una falsedad, para evitar pagarle la indemnización correspondiente, lo cual también evitaría que pudiera cobrar la prestación por desempleo a que tiene derecho.

Esta es su historia:

Rafael se retiró ganando, tras 32 años de trabajo, 1.200 Euros, actualmente tiene 57 años y hace algo menos de un año que le declararon no válido para seguir trabajando en ninguno de los puestos que ha venido ocupando en la multinacional de la distribución.

Rafael comenzó trabajando en un supermercado local de la ciudad de Sevilla, situado en un Polígono Industrial al que acudían a comprar personas que se asociaban y que pagaban una cuota anual para acceder a sus productos, que eran ofrecidos a un precio más barato que el disponible en los supermercados de la ciudad.

El trabajo que desarrollaba Rafael era «sacar mercancía para fuera», trabajaba reponiendo y transportando la mercancía desde los camiones al almacén, y desde el almacén a las estanterías de los pasillos del supermercado. Cada trabajador en este supermercado era responsable de un pasillo o sección, uno se encargaba del pescado, otro de la leche, los cereales, detergentes y suavizantes y lejías, resto de droguería y perfumería, etc. Cada trabajador debía ocuparse de que su línea tuviese siempre género disponible para que pudiera ser comprado. Rafael comenzó a trabajar «descargando camiones», ya que antes se descargaban echándose a la espalda la mercancía, esto sucedía hace 32 años, cuando Rafael tenía 25 años.

Este supermercado quedó pequeño y los propietarios alquilaron otra nave en el mismo polígono en la que comenzaron a vender productos de Navidad, esta segunda nave distaba unos 100 metros de la primera nave en la que comenzó a trabajar. Su primer contrato tuvo una duración de dos meses, tras los cuales se fue a la calle. Después, volvieron a llamarle para sustituir a un trabajador que debía abandonar el trabajo para hacer la mili, y Rafael fue cubriendo las excedencias de todos los trabajadores que dejaban el trabajo para realizar el servicio militar.

«A mi me daban el contrato de Pepe, que se iba a la mili, Pepe estaba dos años en la mili, y transcurría un año y pico, ahora Juan le tocaba irse a la mili, pues ese contrato, me lo quitaban, y me daban el de Juan…».

Con el tiempo, el director tomó confianza con Rafael y le pidió que fuese él quien le hiciese la compra y la llevase a su casa, lo hacía fuera de sus horas de trabajo, Rafael le llevaba la compra en su propio coche a su jefe, y éste le pagaba esta actividad como un extra.

Gracias a la confianza que tomó con el Director del supermercado se atrevió a decirle que ya estaba bien de contratos de sustitución, que él ya quería tener la tranquilidad de saber que tenía un contrato fijo.

«Al principio cuando daban cuatrocientas mil pesetas, por hacerle un contrato por un año, pues entonces, me quitaban el contrato del último que se había ido a la mili, y me hacían a mí un contrato, pa cobrar ellos cuatrocientas mil pesetas. Y entonces yo le dije: «Que yo hasta cuando iba a estar firmando contratos, que yo llevaba ya un porrón de años firmando contratos, y que yo no veía. Que si yo iba a estar siempre con las carnes abiertas, que me lo dijeran»».

Debido a que Rafael tenía contacto con el director cuando le llevaba a casa la compra se atrevió a demandarle una mejora de su situación laboral, que el Director aceptó por la confianza que ya tenía con él.

Director: «¿Qué es lo que te pasa Rafael»».

Rafael: «Que ya me han dao el contrato de Juan, el de Pepe, el de Luis, y yo no se si también me van a dar el suyo».

Director: «Es que son cuatrocientas mil pesetas lo que nos dan».

Rafael: Claro, pero yo le dije: «Pues llama a otro, y que te den las cuatrocientas mil pesetas por el otro ¿no?».

Tras hablar con él, éste aceptó hacerle un contrato indefinido y Rafael pasó a ser plantilla de la empresa. Esta empresa sufrió un incendio, Rafael cree que le prendieron fuego los propietarios para cobrar el seguro y poder construir un supermercado de dos plantas ya que hasta el momento desarrollaban su actividad en dos naves que distaban 100 metros una de otra y debido a esto las ventas habían descendido, ya que quien compraba no se arriesgaba a dejar el coche lleno de productos para ir a comprar el resto de productos que había en la segunda nave, que y ano sólo ofrecía productos de Navidad. Rafael entiende que la clientela comenzase a comprar en los supermercados que lo tenían todo centralizado, en un mismo lugar, y que era lógico que comenzasen a descender las ventas en su empresa, por tener la producción dividida en dos naves, y el fuego vino a solucionar la necesidad de inversión sin desembolsar capital.

Tras el fuego, el Director se fue a Marbella y los trabajadores se quedaron en paro durante cuatro meses.

El hecho de que cesara la actividad fue un inconveniente para la Caja de Ahorros que ingresaba dinero por las comisiones de los pagos efectuados con tarjeta, que en un grandísimo volumen de ventas, suponían una grandísima cantidad en comisiones. Esto motivó que la Caja de Ahorros, que era propietaria de las instalaciones de un supermercado que no pudo hacer frente a los pagos de la hipoteca, ofreciese estas instalaciones a un buen precio al propietario y director del supermercado en el que trabajaba Rafael, para que iniciaran su actividad lo antes posible y las comisiones siguiesen fluyendo sin tener que esperar a construir una nueva nave. Y tras sólo cuatro meses en desempleo volvieron a ser contratados en el nuevo supermercado que la Caja había vendido al propietario tras pagar la hipoteca que tenía pendiente este establecimiento.

En este nuevo establecimiento, Rafael comenzó trabajando sacando los embutidos a las estanterías y mostradores, de donde los tomaban los y las consumidoras, para lo cual debía empujar una pesada carretilla. Él debía organizar y sacar la mercancía en función de su fecha de caducidad para evitar pérdidas, lo cual hacía satisfactoriamente. Tras esto comenzó a trabajar en la recepción de la mercancía, con los proveedores, atendiendo a los camiones que llegaban, llevaba el control de todas las mercancías que legaban, aunque su categoría profesional y su sueldo seguía siendo el mismo, pero ya sí le daban una gratificación al final de año, por el dinero que ahorraba a la empresa la organización y trabajo con los proveedores, que ya no se quejaban y todo fluía mejor que en tiempos anteriores. Ya que el cuidar la relación con los proveedores, informarles, llevar los papeles en regla ahorraba dinero a la empresa, y era la forma como compensaban este ahorro de dinero a Rafael por el trabajo que estaba realizando.

 A mí me tenían ahí, porque yo ya estaba chungo de la espalda, a mí me tenían ahí, y al final de año, me daban ciento treinta mil pesetas, aparte de mi sueldo, una gratificación. En enero me daban 65 y en febrero 65, y eso me lo daban, por hacer mi trabajo bien hecho. … esas 130.000 pesetas era compensación por la función que yo estaba haciendo.

Tras esta etapa, hubo problemas y conflictos entre quienes ocupaban puestos de responsabilidad en la empresa, ya que no estaba informatizada y había descontrol que hacía que perdiesen dinero. Eran demasiados problemas ya para el propietario de la empresa, que la vendió para vivir bien, sin problemas y evitar que se hundiese. El propietario hizo esta operación sin informar a los trabajadores que fueron absorbidos por la nueva empresa.

El problema surgió entonces, debido a los derechos consolidados de los trabajadores que venían de la empresa que había sido vendida, entre los que estaba Rafael, frente a los y las trabajadores de la multinacional de la distribución a la que se habían incorporado, que tenía a sus trabajadores en unas condiciones mucho peores y muy diversificadas entre los mismos.

  Y «Recipiente», tiene a la gente, a veinte horas, a doce horas, a treinta y dos horas, a ocho horas…

Rafael comenzó a sentir la presión, además de los problemas del lugar en el que se encontraba la empresa el centro de trabajo, un lugar de prostitución en el que debido a que ahora tenía que entrar a las 5 de la mañana, frente a las 9 horas en las que entraba cuando el centro de trabajo no había sido absorbido por la multinacional, no se encontraba seguro. Pidió el traslado a otro centro de trabajo y entonces comenzaron a darles trabajos en los que debía realizar grandes esfuerzos físicos, hasta que no pudo más y tuvieron que darle de baja, la empresa intentó que le declarasen inválido lo antes posible. Y aquí comenzó la última lucha que Rafael ha tenido que llevar a cabo antes de jubilarse con la espalda dañada para toda su vida.

Entonces, yo, como dos o tres veces, me pasó con los chulos y con las putas que había allí, yo entraba a las cinco de la mañana, de entrar a trabajar en mi empresa, que entraba a las nueve de la mañana, a entrar a las cinco la mañana, pues claro, más de una vez, esperando a allí en la puerta, pues, me venían los chulos, creyendo que yo a lo mejor estaba buscando algo, y te venían los tíos, con las navajas, pa quitarte el dinero, y yo ya cogí y se lo dije, subí arriba, se lo comenté, que ya no era una sola vez, que ya nos había pasao un montón de ellos, muchas veces. Y es que el guardia de seguridad no nos abría la puerta hasta que no eran las cinco menos cinco, y que así no se podía, y yo pedí el traslado, me dieron el traslado, estuve ahí perfectamente a lo primero, pero después, me mandaban hacer más esfuerzo de lo normal, hasta que ya empecé a caer, empecé a caer, empecé a caer. Venga bajas, venga bajas, venga bajas. Me mandaban, porque nosotros teníamos «El Pacífico», una mutua de la Cruz Roja, después esta gente, ha ido buscando otras mutuas, «Marcre» también, no quería ná, o no les interesaba, y ahora últimamente, pues están con una que está en la Enramadilla, y esa es que en cuanto que te das tres veces de baja, ya están escribiendo a la inspección de la torre de los Remedios1 y te mandan a la inspección, pa que tú pases a la seguridad social. Entonces, ¿a mí» Sin contar conmigo, ni ná, ni ná, ni ná, yo llevaba cuatro meses de baja, y cuando me di cuenta me dijeron que si había recibido yo alguna carta del inspector médico. Le dije que no, que eso a qué venía.

«- Porque te hemos mandao al inspector médico.

– Pero, por qué,

– Porque tú llevas cuatro meses de baja, y lo que tú tienes no se te va a quitar.

– Entonces ya lo que tú tienes es que pasar a una invalidez de la seguridad social.

– ¿Y eso como se llama»

– Eso se llama seiscientos euros.

– ¿Qué» ¡Tú estás loco!. Luego recibí una carta del inspector médico, fui y me dijo el inspector que no, que con tós los antecedentes que le había mandao la mutua, que yo ya no iba a trabajar más, por lo menos haciendo esfuerzos.

– Y le dije: «Bueno, pues entonces me darán ustedes otro trabajo».

– Y dice: «No, no, aquí no damos trabajo». «Lo que te vamos a dar es una paga todos los meses, que no te va a faltar».

– Si, una paga de seiscientos euros, ¿y el resto» ¿Quién me lo da a mí»

– Eso es tu problema, tú sí puedes trabajar, si a tí te sale un trabajo de conserje, o te sale un trabajo de cualquier cosa, automáticamente nos lo dan por escrito a nosotros, y nosotros decimos si ese trabajo va contigo o no va contigo. Entonces, nosotros te damos el 40 % y el resto, el dinero que tú ganes, ¿Que tú dejas de trabajar» Porque te han despedío o te han hecho un contrato de seis meses, pues nosotros te volvemos a dar otra vez los seiscientos euros».

– Entonces yo le dije que no.

Rafael intentó hablar de nuevo con su empresa para que le ubicasen en un puesto en el que no tuviera que hacer demasiados esfuerzos, ya que para dejar el trabajo tenía que dar su consentimiento. Y le dijo a la empresa:

– «Yo no me voy, porque esto (señalándose la espalda) me lo he hecho yo trabajando, esto no me lo he hecho yo en mi casa, tirándome de la terraza ni bajando las escaleras, y como me lo he hecho aquí trabajando, entonces…».

– «No, no, no, a tí que te de la invalidez la mutua». Entonces, ahí, fue cuando empezaron cada vez a ponerme en sitios peores. Yo estaba en ferretería, yo cogía los botes, porque ahí se ponen las cabeceras, los botes de pintura muy altos, ellos los suben hasta el techo. «¿Qué tú estás malo» Pues es tu problema. ¿Qué tú no lo pones» Pues te sancionamos. ¿Qué tú tiras un bote pa abajo» Pues ya veremos si te lo cobramos».

– ¿Si»

– Así. Yo ya no podía, el encargao mío que estaba viendo, me coge el encargao mío, otra vez la baja. Y el inspector cuando me ve, me dice: «Mira, hasta aquí has llegao». «Tú ya eres pensionista desde hoy». Y le digo al tío, que no, que no, que no, que haga el favor, que no, que no, que no.

– «Que tú eres pensionista».

– Y ya se me saltaron las lágrimas, y ya le dije al tío, (al inspector). Que me iba a buscar una ruina.

Puede ser que algunas personas que lean el relato consideren, que lo mejor que podía hacer Rafael era dejar el trabajo y aceptar 600 euros, pero no es justo, debido a que lo van a declarar inválido precisamente por sus problemas de espalda, y los dolores que ya le van a acompañar toda su vida, y porque tiene que mantener a una familia, aunque sus hijos ya eran mayores, tenía 57 años, y no se le reconocía nada del esfuerzo y la salud que puso en un trabajo durante toda su vida laboral, y la pensión que le quedaba no equiparaba su salario.

Tras las lágrimas de Rafael, el inspector cedió y le dijo que volviese a ir al centro de trabajo y que les dijera que le cambiasen de puesto de trabajo.

«Y si no te cambian de puesto, tú eres pensionista, en cuantito que entres por la puerta. Pasao mañana tienes que estar aquí y decirme; «Si te van a cambiar», o: «Si no te van a cambiar. ¿Cómo no te cambien» Eres pensionista, te hago yo pensionista, quieras tú o no quieras».

Rafael pidió un cambio de puesto, de quitaron de ferretería y le pusieron en la sección de las bombillas. El inspector no se creía que el cambio fuese en serio, le dijo que sabía cómo funcionaban estos establecimientos, cuando ya han destrozado la espalda en este caso, o el cuerpo: «a la calle» y sin reconocerle sus derechos., ya no le es útil, ya está devastado físicamente, pero después de procesos como el de Rafael, también psicológicamente, ya no les sirve para exprimirle más.

Inspector: ¿En las bombillas» «Hoy, y mañana. Pasado no, ¿no» El otro día fui contigo bastante fiero, ahora te voy a dar la respuesta, tú vas a estar tres días en las bombillas, al que hace cuatro, a esta gente ya no le interesas tú. Tú ya, has rendío to lo que tenías que rendir, y ahora ellos quieren que la seguridad social te acoja. Y la seguridad social, te va a acoger, porque con lo que tú tienes, te tiene que acoger la seguridad social, por supuesto, porque yo no estampo ahí mi firma por gusto, yo la estampo porque es verdad lo que tu tienes. Entonces, yo te voy a dar una opción, y es que, la próxima vez que te vea entrar por la puerta, que va a ser dentro de muy poco, tú eres pensionista, con seiscientos, con cuatrocientos, con doscientos, con lo que sea, eres pensionista, porque tú vas a terminar en una silla de ruedas. Entonces, yo no te voy a sentar en la silla de ruedas, yo te voy a dejar de pie.

Esto le dijo el inspector a Rafael.

Y claro, desde el primer día ya me estaban dando trabajo, que no eran las bombillas solo, ya estaban ahí.

Rafael entonces, habló con la responsable de recursos humanos, y le preguntó por qué ya le estaban mandando trabajos de esfuerzo, ya que sí que le habían cambiado de puesto, pero a uno peor en el que debía hacer mayor esfuerzo y que era peor para su espalda.

– ¿Y qué puesto me buscan» ¿Uno» Peor todavía.

Lo ponen en la panadería, le dicen que allí va a estar muy bien, pero la panadería supone coger grandes bandejas cuyo peso es soportado por la espalda y es fatal para Rafael, además de que el horno estuviese averiado, y al abrir la puerta del mismo casi dejase ciego a Rafael.

Y allí es espantoso, coger las bateas de pan, agachándome, coger un carro entero de bateas, y desde abajo, hasta la altura esta, to agachao, poniéndolo en la máquina pa envasarlo, y no es: «Pongo una barrita». No, no, ahí es: «Pon, pon, pon, pon». Porque la máquina no puede parar.

Rafael dice que nunca apareció por su puesto la directora de recursos humanos, porque sabía el tipo de esfuerzos que tenía que realizar, sólo aparició un día el director, porque se llevaba el pan, que de manera irónica le dijo:

Director: ¡Hombre! Aquí estarás bien, ¿no»
Rafael: ¿Qué aquí estoy bien» Estoy peor, ¿no»
Director: Hombre, ¿cómo peor» Si aquí na más que con el olor del pan,
Rafael: Ahh, es verdad, el olor del pan es el que me cura a mí lo de la espalda. Pues mire usted, yo tengo ahora lo que no tenía antes. Yo ya estoy hasta padeciendo de los riñones, y como usted comprenderá,

A pesar de que el director sabía el sobreesfuerzo que suponía ese trabajo para su espalda. En realidad su objetivo era que Rafael desistiese y aceptase de una vez su invalidez. Rafael menciona el caso de un compañero de trabajo de otro centro, que sufría una situación similar a la suya, el joven, porque era más joven que Rafael entró en una depresión a causa del acoso que ha derivado en un estado de salud que ha acabado matándole. Rafael comenta la secuencia que siguen las órdenes en la empresa. Salen de la dirección y pasan por los diferentes puestos de responsabilidad hasta llegar a los y las trabajadoras, y las actividades que ordena que se realicen no son necesariamente útiles para la correcta actividad de la empresa, sino que su objetivo es realmente humillar, o motivar el abandono del trabajo por parte de los y las trabajadoras concretas de las que pretenden ahorrarse la indemnización por despido, aunque el precio sea la vida de una persona, y esto en sentido real o figurado.

¿Qué es lo que ellos estaban buscando» Pues terminar de arriñonarme y que terminara en la seguridad social. «Un tío de treinta y dos años (de antig»d) nos lo quitamos de en medio, tiene cincuenta y siete años, ya no nos interesa». Porque ahí ya cuando llegas a los cincuenta años o por ahí, ya no. Ahora se acaban de cargar a uno que estaba en «San Pablo». Pero vamos, de galope. Un chaval, casao, cuando han empezao a darle, darle, darle, y ha terminao en salud mental, hasta que hace un mes se lo han cargao, vamos.
¿Cómo que se lo han cargao»
Como que se lo han cargao, que tenía el chaval, una depresión, y yo no se, se ha muerto hace menos de un mes.
¿Se ha muerto o se ha suicidao»
No, no, no, se ha muerto, se ha muerto, porque la misma depresión que tenía, se le ha complicao, ya no comía,
¿Pero, le habían acosao en el trabajo»
Si, si, si, le estaban haciendo imposible la vida, que eso es lo que tienen aquí, el director, no. el director no, él es el que ordena. El director coge al jefe de sección, y el jefe de sección, se lo manda al encargao, al «mando» que le dicen, pues el mando inferior. «Escucha, a este hay que darle por aquí, por aquí, por aquí, lo pones allí, que te quite to eso, después de que te quite to eso, lo pones pa que coja toas las sillas, las suba arriba, ¿las mesas» Las suba. ¿Los sacos de comida de perro» Que los coja y los suba con la máquina, y si no, que se suba al primer piso por la escalera, y que lo haga». Ahí no hay otra opción. Y baja todos los días el tío pa ver si se está haciendo o no se está haciendo, porque eso sí lo tiene. Si a ti te ve, no te dice ná, que te ve sentao, a ti no te dice ná, se va pa el mando y le dice: «Oye, ¿este» Lo he visto sentao, con que quiere decir que más fuerte hay que darle.

En la panadería, a través, de una niña que había entrado a trabajar unos días antes, le dijeron a Rafael que limpiara por debajo todos los muebles.

¿Lo que no se veía?  Eso es lo que yo tenía que darle. Yo cogí, tiré unos cartones en el suelo, y me tiré a limpiarlo. Aquello enchufao con corriente, expuesto a que me hubiese dao un viaje, y me hubiese dejao allí.

Y otro día, fue a abrir el horno, que no funcionaba bien porque calentaba demasiado, al abrir, el calor le quemó los ojos y corrió a echarse agua.

Vinieron los compañeros: «¿Niño» ¿Qué te ha pasao» Si estamos hartos, a mí ya me ha pasao cuatro o cinco veces.
Sus compañeros le cuentan que ya habían informado pero la empresa no lo arreglaba, hasta el momento ninguna de las quemaduras había supuesto que ningún trabajador o trabajadora perdiera la vista. Tras echarse agua, Rafael le dijo a su jefe que se iba al policlínico (un hospital público) para que le miraran los ojos, pero que el jefe de Sección que le oyó hablando con el encargado evitó que fuese a un hospital público, y le dijo que debía ir a la mutua.

«Mira, que lo ha escuchao el jefe, y que dice que vayas a la mutua, que al Policlínico no, que las cosas que te pasan aquí hay que ir a la mutua».

Entonces subió a Recursos Humanos para que le hiciesen una autorización, en estos casos debe ser el jefe quien debe acompañar al trabajador a la mutua y acompañarle hasta que le hubieran atendido y hubiese terminado. Fue cuando desde Recursos humanos llamaron a su jefe:

– «Sube pa arriba, que tienes que llevar a Rafael». Tardó cerca de tres cuartos de hora. Cuando llega, le dicen: «Escucha, que Rafael lleva aquí ya una hora con la quemadura de los ojos». «Vale, vale, tranquilo, que Rafael va a ir a la mutua».

Parece que el jefe le dijo que no le dejase solo. Cuando el encargado le llevaba a la clínica, en vez de ir por el camino más corto y lo más rápido posible, iba dando rodeos y hablando por teléfono, conduciendo tranquilamente, cree Rafael que para no llegar lo antes posible, porque si no lo logra explicárselo.

Él tranquilito, llegamos a la consulta, y cuando salgo veo que no está el tío.

Rafael preguntó allí en el primer lugar al que lo llevaron, pero no era allí donde debían atenderle, así, le dieron un documento para que fuese atendido en una clínica. Cuando salió, el encargado no estaba. Llegó algo más tarde y se dirigieron a la clínica. Cuando llegaron estaba cerrada. Eran ya las tres del medio día y hasta las cinco no abrían de nuevo la clínica, fue lo que le dijo a Rafael la persona que abrió cuando él tocó pero no era quien le podía atender. Y esto le dijo Rafael a su encargado, que no abrían hasta la cinco.

¿A las cinco, a las cinco, pues anda que»

Debido al calor por estar bajo el sol de la ciudad de Sevilla, Rafael trató de sentarse en un banco que había cerca de la puerta de la clínica que estaba bajo un árbol. El encargado entonces, le pidió que se quitara de allí y que se pusiera al lado del coche de pie, dentro del cual estaba el propio encargado con el aire acondicionado. Cuando Rafael no se levantó del banco, el encargado se dirigió a él, comenzó a discutir y le amenazó de muerte.

Encargado: «¿Tú es que no te enteras» ¿No» Por lo visto. Te voy a decir una cosa, ¿ves la hora que es» Tú ya no trabajas en «Recipiente». ¿Tú» Hace ya media hora, que no trabajas en «Recipiente».
¿Te habían despedido»
Rafael: Pues mira, ya estoy despedido.
Encargado: «Tú ya hace media hora que has dejao de trabajar en «Recipiente». (Y el encargado siguió diciéndole) ¿Ahora, a cosa particular mía» Ahora, a cosa particular mía te voy a decir una cosa: ¡Me tienes hasta los mismos cojones! Y algo más, a particular mío: «Me tienes hasta los mismos cojones, chiquinino de mierda, y te voy a cortar el cuello».

A Rafael, le habían dicho sus amigos, que tratase de no exaltarse, de no seguir ninguna provocación que le hiciesen y que no se pusiera nervioso, y por eso respiró y trató de no responderle a la provocación que le estaban haciendo y precisamente en esas circunstancias. Y le contestó:

Rafael: Pues córtamelo.
Encargado: No, no, no, si te lo voy a cortar, pero aquí no te lo voy a cortar porque ya me ha visto la muchacha (la de la clínica que abrió la puerta para decir que no abrían hasta las cinco). Y entonces si te corto el cuello ahora mismo, la muchacha va a decir: «Fue Fulanito de tal». Así que te lo voy a cortar otro día, que tengo más días pa cortarte el cuello.

Y después de eso, el encargado se fue de allí.

Rafael permaneció en la puerta de la clínica hasta que abrieron, y les contó lo que había pasado, le vieron los ojos y después Rafael fue al juzgado a denunciar las amenazas que había recibido.

Después, Rafael quitó la denuncia, cuando ya se rindió porque ya no podía más, la retirada de la denuncia era una de las condiciones que ponía la empresa para llegar a un acuerdo sobre la indemnización y evitar así llegar a juicio, y Rafael la quitó.

Ya esta gente empezó a decir que si no se quitaba la denuncia, que no me daban el dinero, los 54.000 euros que me tenía que indemnizar por los 32 años de trabajo…. No hay dinero si no hay retirada de denuncia.
Se refiere a que no lo pagarían inmediatamente, sino cuando ya hubiera sentencia judicial firme. A Rafael le aconsejaron que le quitara la denuncia, para poder cobrar el dinero y olvidarse del tema, tras eso lo vio un día en la calle en actitud chula y tratando de provocar a Rafael, pero su mujer que le acompañaba le dijo:

«Déjalo, porque lo que está buscando, ahora que tú le has quitao la denuncia, ahora, si se lía la cosa, va a ser peor para tí.

Evidentemente, que el encargado le comunicara de palabra que ya había dejado de trabajar para la empresa mientras esperaba para ser atendido en la Clínica, no supone una comunicación oficial del despido. Rafael, que fue a trabajar al día siguiente porque la quemadura de los ojos no le había supuesto la baja. Al día siguiente le dijo a la Jefa de Recursos Humanos delante del personal «que estaba vivo de milagro y no por abrir la puerta del horno, que le pudo dejar ciego, sino porque su mando intermedio le quiso cortar el cuello». La jefa de recursos humanos, para evitar que contara delante del resto de trabajadores lo que había pasado, le dijo:

«Bueno, bueno, bueno, eso si tú quieres hablarlo, lo hablamos en mi despacho, aquí no, en mi despacho lo hablamos».
Y le digo: «Pues en tu despacho te vas a quedar sentá, porque este que está aquí, no va a tu despacho.

Y tras esta conversación Rafael decidió aceptar irse y no seguir luchando por mantener su puesto de trabajo.

Rafael era de CNT, y el secretario sindical de este sindicato fue a negociar con la empresa la cantidad que le correspondía por el despido improcedente, aunque Rafael todavía no había sido despedido oficialmente.

La cantidad que le pidieron fue negada por la empresa, tras movilizaciones en la puerta de la empresa, lograron que fuese la empresa quien llamara para llegar a un acuerdo. Y la empresa, le dijo a su representante sindical que le habían puesto una demanda por despido, por no trabajar, incluso le amenazaron con que llevarían al juicio a trabajadoras jóvenes que tenían contratos temporales y precarios en la empresa para que declararan contra él, argumentando «lo que hiciera falta».

Un día oí que les decían a las chicas: «Que tu contrato se va a cumplir. Tu contrato está a puntito de cumplirse. Si tu vienes, si tú eres capaz de declarar contra este hombre, nosotros te decimos qué es lo que tienes que decir, tú aquí no tienes nada, aquí los abogaos te van a decir qué es lo que tú tienes que decir, qué has escuchao de él». Entonces, no se lo dijeron solo a una, sino a otra y a otra. Claro, estaban los contratos a puntito, pues claro, las niñas, sin tener ná, porque ellas no tienen ná contra mí. Y yo estoy loco por hablar con la mujer que estaba hablando a las chicas, pa que me diga: «¿Qué le he hecho yo?».

¡Que fuerte vamos!

El bufete de los Barrigues ya estaba funcionando pa buscar la fórmula de echarme sin un duro, y entonces, fue cuando mi representante sindical les dijo: «Bueno, si tenéis cojones, me lo echáis a la calle». Y ellos dijeron: «Si, si, te lo vamos a echar a la calle». «¿Si» Pues echármelo ahora mismo, no vamos a esperar, a que haya juicio, sino ahora mismo, si tenéis cojones, aquí estáis cinco personas, que sois jefes, ahora mismo, con una llamada telefónica que hagáis, a este hombre me lo tiráis a la calle. Ahora mismo. No vamos a esperar al juicio, ni vamos a esperar a ná. Tirármelo a la calle ahora mismo, si tenéis huevos, si os consideráis con huevos suficientes, me lo tiráis a la calle».

Rafael no estaba delante. El representante de CNT se fue de la sala en la que «negociaron», pero les dijo antes que en cuanto lo despidieran allí estaría la CNT en la puerta de la empresa todos los días que hiciese falta.

Con que señores, hasta luego.

Al día siguiente la empresa llamó a la CNT,y trataron de negociar y de llegar a un acuerdo. Antes de aceptar la negociación, el representante sindical se reunión con dos abogados de CNT y con Rafael ya que la decisión sobre hasta dónde llegar le correspondía a él, y el sindicato estaría ahí para apoyarle en lo que él hubiese decidido.

Evidentemente, la empresa le puso una demanda por despido procedente, pero hasta el momento no lo habían despedido oficialmente, no podían hacerlo, por mucho bufete de prestigio que hubiesen contratado.

La empresa volvió a llamar a la CNT para tratar de llegar a un acuerdo, le ofrecían «casi» todo lo que le correspondía, 40 días por año trabajado, ya que le correspondía 45 días por año trabajando, pero Rafael prefirió llegar a un acuerdo en ese momento, porque personalmente valoró que ya estaba destrozado y quería concluir el proceso cuanto antes. La decisión fue de Rafael, quería estar ya en paz y tratar de reconstruir su vida y su salud.

¿Y ahora cómo estás Rafael»
Pues ahora estoy bien, lo que pasa es que me duele muchísimo la cintura, no duermo muy bien…

Entrevista realizada por: Carmen Botía Morillas, Sevilla, marzo de 2009
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