VIAJES MARSANS: «MI PRIMERA NÓMINA FUE DE 519 EUROS»

Entrevista realizada por Carmen Botía Morillas, miembro de ABP


[cabecer]Entrevista realizada por Carmen Botía Morillas a Elena, trabajadora de Marsans. Madrid, Febrero de 2011.[/cabecera]

Elena, agente de viajes en Marsans, entró gracias a unas prácticas tras cursar un módulo de formación profesional. Comenzó cobrando 519 euros, pasó por diferentes oficinas, en una de ellas el director abusaba de su condición de jefe incluso tratando que las empleadas asumiesen pequeños robos cotidianos que él realizaba.

Sus comienzos en Marsans

Elena comienza afirmando que no tiene nada que esconder y piensa que en la actualidad evitaría vivir la relación laboral que tuvo en Marsans, ahora que conoce mejor cuáles eran sus derechos laborales, ahora que está estudiando Relaciones Laborales. Piensa que trataría de evitarlo, y reflexiona en las razones por las que asumió muchas situaciones que ahora le parece impensable que llegasen a suceder.

–          E. Hoy en día, creo y espero que no me vuelva a pasar.

Necesita remarcar que los seis años anteriores en los que trabajó en otra empresa no tuvo problemas, trata de desligarse así personalmente de los problemas laborales que vivió en Marsans.

Elena no es de Madrid, sino de otra ciudad, accedió a Marsans tras cursar un ciclo formativo que le permitió comenzar con 3 meses de prácticas en Marsans. Tras pasar el primer mes, le hicieron un contrato laboral.

–          E. Y mi primera nómina fueron 519 euros.

Tras 6 meses le renovaron 3 meses más y le aumentaron el sueldo 100 euros más, tras este contrato tuvo otro de 3 meses y tras este fue indefinida. Sus últimas nóminas en la empresa han sido de 824 euros. Había compañeros que podían cobrar menos. Ella atendía en el mostrador, en venta directa al cliente con una categoría de contrato de auxiliar, a pesar de asumir mayor responsabilidad y su cualificación ser mayor que el empleo de auxiliar por el que le habían contratado. Los primeros seis meses en la empresa estuvo en una oficina en la que se sentía bien en su trabajo.

–          E. En realidad empecé bien, con mucha ilusión.

Existencia de Marsans A y Marsans B

Informalmente las y los trabajadores de la empresa identificaban dos empresas en una.

–          E. Marsans A y Marsans B. Estábamos clasificados, los Marsans A eran como los privilegiados.

Eran las oficinas las que se consideraban A o B, pertenecer a Marsans A suponía mejores condiciones laborales, mejores salarios, diferencias entre los directores de unas y otras oficinas, unas tienen privilegios frente a los de las otras; si existían promociones, sólo los que pertenecían a esos grupos iban a los viajes. Cuando ella entró lo hizo en una oficina de las consideradas informalmente como Marsans B. Cuando le renovaron el contrato a los 6 meses le cambiaron a una oficina del centro considerada de Marsans A. Los directores tienen mejor sueldo, más privilegios.

–          E. Es como que trabajan más los que están en el otro equipo (B), y realmente los beneficios y el colgarse la medalla es para los otros (A).

A unos les quitaban los incentivos, a otros les exigían menos esfuerzo, para conseguirlos, unas eran las oficinas que estaban en mejores sitios que otras. La división en Marsans A o B según Elena se debía a la existencia de mucho amiguismo, y así, para darle privilegios a unos, a otros se los tenían que quitar.

–          E. No éramos iguales realmente.

En su segunda oficina el director llevaba a cabo prácticas ilegales que trataba que asumiesen sus empleadas

Cuando se cambió a su segunda oficina, entró un nuevo director, considerado afín o protegido por un jefe que pertenecía al Marsans A. La antigua directora pasó a ocupar un puesto en otra oficina de venta al público y se fue de la empresa. Elena, de este director afirma: “A mí con este director no  me ha ido nada de bien, me ha pasado de todo lo que te puedas imaginar”.

Al principio manifestó que quería formar un equipo: “y no fue así”. Trabajaban tres personas en temporada alta y dos en baja. Era una oficina en la que había incidencias de personas anteriores y de este propio director, que tuvieron que resolver y de las que tuvieron que responsabilizarse ellas.

–          E. Las incidencias las resolvíamos mi compañera y yo, la verdad es que era un trabajo que no teníamos por qué hacer… incidencias como falta de dinero, y te estoy hablando de años antes de que yo entré, de 2001 o 2003, que yo no estaba en la empresa”.

Ni ella ni su compañera sabían  muy bien cómo resolver los asuntos:

–          E. Entre otras cosas, tú estás trabajando allí y te tratan como que te están haciendo un favor de que: “Mira el trabajo que tienes. Eres una privilegiada, mira el trabajo que tienes”. Y te tienes que aguantar con todo lo que he echen”.

Ella y su compañera acababan de llegar a la empresa. El director delegó todas sus funciones en ellas.

–          E. Teníamos que taparlo si lo llamaban de la central. ¿Cosas? Que yo he tenido que tapar a una persona que no tenía por qué, porque además he tenido problemas por eso.

El director trataba que hubiese rivalidad entre las empleadas.

–          E. Por ejemplo me quitaba a mí mis vacaciones para dárselas a ella, pero, ¡me avisaba un día antes!  Que en Agosto, me acuerdo yo que tenía mis vacaciones, ya tenía mi viaje reservado y todo y lo tuve que cancelar, ¿un día antes? Me llamó por teléfono y me las quitó. Si yo no estaba por cualquier motivo, hablaba mal de mí, cuando yo no estaba, cosa que yo no entendía. Menos mal que entre nosotras había mucha unión, porque ya lo conocíamos, ya lo calamos y dijimos: “bueno, ¿esto como nosotras no estemos unidas?

El director estaba protegido por un jefe de la zona.

–          E. Tenía mucha amistad con el director de zona. Ellos entre ellos tenían algunas cosas, que se sabían porque, allí ninguno éramos tontos y tú vas analizando las cosas y dices: Vamos a ver, esto es por este motivo.

Me refiero que entre ellos había muchas cosas de años atrás, que por eso estaba ese director en esa oficina, porque tenían como.

–          E. No me puedes tocas tú tienes que velar por mí, porque si no puedo contar muchas cosas que te van a perjudicar”.

Elena hace esta reflexión debido a que no sería posible que de otra forma este director hubiera permanecido en la empresa.

–          E. Es que suena a película pero es que era la pura realidad.

Era un director que pasaba mucho tiempo fuera de la oficina.

–          E. Él tenía amistades importantes, de empresas importantes, de hospitales, que hacían contratos con nosotros de viajes, ficticios. No se cómo va ese tema, pero creo que las empresas tienen ciertos incentivos para viajes, y no se cómo se las arreglaba que hacía reembolsos de esos viajes ficticios y desde la central le devolvían el dinero. Y ese dinero desaparecía. Ni nosotros lo facturábamos ni”.

–          ¿Ni lo devolvían a la empresa?

–          E. Ni lo devolvían a la empresa. ¿Qué pasa?

–          Pero la empresa no hacía el viaje.

–          E. No, no, no lo hacía, no lo hacía. Entonces,

–          Era como un pago previo que luego se cancelaba, y algo pasaba con ese dinero.

–          E. Exactamente, ¿a mí esas cosas me daba igual lo que este hombre hiciera, hasta que empezó a perjudicarme.

–          ¿Por qué?

–          E. Porque desde la central, ya empezaron a ver incidencias, porque había cosas que no cuadraban, no encajaban, y lo llamaban. Pero todo eso lo sabían desde la central. Nos llamaban a mi compañera y a mí: “¿Qué pasa con este expediente? ¿Qué pasa con este dinero, dónde está este dinero?”. Claro, nosotras lo tapábamos, que lo estábamos intentando arreglar, sus cosas, hasta que yo ya decidí que yo… cada vez que llamaban desde la central decía: “Mira, háblalo con él, ese expediente ya no es mío”. Entonces ya empecé a tener problemas con el director ya más graves, porque me cogió entre ceja y ceja.

–          Pero claro, tú ya no le cubrías.

Elena comenzó a dejar de cubrirle, no sólo por los inconvenientes que tapar a su jefe comenzaba a ocasionarle, sino porque a la vez su jefe intentaba responsabilizarla a ella, además de fastidiarle la cotidiana vida laboral, por ejemplo negándole los días de asuntos propios.

–          E. Yo me había pedido un día de asuntos propios, y el día de antes me dijo que no me daba ese día, ¿el día de antes? Yo se lo había pedido tres meses antes de ese día. Me dijo que no me lo daba. Entonces pues ya me senté, hablé seriamente con él, le dije que yo allí estaba trabajando, y que yo no quería problemas ninguno, que yo me iba a limitar a hacer mi trabajo, y no a hacer el trabajo de los demás.

Me refería a él, al suyo. Porque me estaba ya perjudicando, y que luego por mí, no veía yo que respondía tampoco, porque mis necesidades como trabajadora él no me las satisfacía ni nada. Entonces, pues ya me dijo que la oficina iba mal. La oficina iba mal por una mala gestión de él realmente. De hecho cuando a mí me cambiaron de oficina, yo cuadraba bien, vendía bien.

La oficina iba mal, presionaban al director, que sabían perfectamente que iba mal por su propia acción y él cargaba contra las trabajadoras.

–          E. Si no avanzaba la oficina él iba a la calle. Y él nos amenazaba a nosotras, que íbamos a ser nosotras.

–          ¿Y a cambio que os pedía que hicierais?

–          E. Todo el trabajo de él, todo. Además, era una persona que encima no sabía, porque no tenía estudios, bueno, creo que la EGB. Me refiero que ni carrera de turismo ni ningún ciclo formativo. Imagínate, todos los programas que tienes que trabajar en la agencia de viajes, él no tenía ni idea. No sabía. Y nos llamaba: “Oye, me han pedido un vuelo, hacérmelo vosotras”. Hasta ahí bien, yo no me importa haber las cosas, pero cuando ya vi que me perjudicaba, y que encima, todos los incentivos que nos daban a nosotras, se los quedaba él.y nosdecía que para que los necesitábamos. ¿Cosas? Que te quedas sin palabras, la verdad… Con ese director estuve tres años, y el remate final fue: yo tuve un accidente y me hizo ir al día siguiente que era sábado, con collarín y todo, porque, los directores trabajaban todos los sábados, los empleados nos turnábamos, pero los directores tenían que ir. Pues él no trabajaba ni un sábado, ni uno sólo. Y claro, mi compañera estaba en Barcelona en esos momentos, y él no iba a abrir la oficina, me hizo a mí que fuese a abrir la oficina. Un sábado. Ya de baja, y tuve que ir a abrir la oficina, y estaba de baja, pero yo, pienso que, ¿en ese momento? ¿Ahora hoy en día? Digo, yo es que ahí fui tonta realmente, porque yo no tenía que abrir ninguna oficina… Siempre nos tenía amenazadas con el tema de que el jefe que estaba por encima, era como un ogro: “que no, que esto no os lo puedo dar porque el jefe, porque el jefe”. A las dos semanas de tener el accidente, claro, a él le obligaron a ir a trabajar, porque mi compañera le dijo. “Yo no voy a venir todos los sábados abrir  la oficina”. Pues me llamó, me preguntó que cuanto me iban a dar por indemnización por el accidente, y no se de dónde se lo sacó, porque el accidente lo tuve yo sola, no me iban a indemnizar ni me preguntó: “¿Cómo estás Elena? Ni nada”. Y, lo siguiente que me dijo fue que era una mala compañera, que por qué no me daba de alta, que si yo no veía que mi compañera estaba sola en la oficina… y, me dijo una barbaridad de cosas, que me hizo sentir tan mal, tan mal, que yo fui a darme de alta, pa empezar a trabajar. Cuando fui al médico el médico me dijo que no.

–          ¿El médico era de la mutua no?

–          E. El médico era de la mutua, yo empecé rehabilitación, y empecé rehabilitación, y el médico de la mutua y el de cabecera me dijeron que no, de hecho tengo una ernia discal, consecuencia del accidente, y me dijeron que no: “Que no, que tú misma”. Si yo no me podía mover, si yo estaba con el collarín y no podía moverme. Entonces, lo que hice fue llevarle otra vez mi baja. Y cuando fui a llevarle mi baja, me dijo que había hablado con el jefe, que no me quería más en su equipo, que era una mala compañera, después de todas las cosas. Y quizá me mandarían a otro punto de España “Y a mí no me interesaría irme”. Y yo, en ese momento fui muy fría y le dije: “Que bueno, que si él no me quería en su equipo, lo veía bien, que yo tampoco, pero que bueno, que si me mandaban a otra ciudad de España, pues  me iría, que yo lo que quería era trabajar, y seguir mi mismo ritmo de trabajo. Entonces, si me tenía que ir a , pues mira, me tendría que ir ”.

No enviaron a Elena a ningún otro lugar de España, sino que la destinaron a otra oficina, el responsable de Recursos Humanos la trataba bien, eligió una oficina del centro de la ciudad.

–          E. Me llamó para preguntarme como estaba y me dijo: “Elena, que te parece si cuando te des de alta te cambio a otra oficina”. Y me dijo la oficina que era, y le dije que estupendo. Le dije que me parecía bien, que yo tenía ganas de empezar, y que me daba lo mismo en una oficina que en otra. Salvo por mi compañera.

Las situaciones de abusos más graves

Otras situaciones de abusos, además, de lo de que el director se quedase sus incentivos, como regalos de proveedores, que ella tuviese que taparle cuando él faltaba o arreglar los desfalcos de dinero, fue que tuviese que trabajar estando de baja, que hiciese su trabajo y el del director, junto a su compañera. No le pagaban la comida cuando se quedaba a trabajar al medio día ni las horas extra.

–          E. El horario, bueno, el horario no tenías vida personal, y la vida social que tenías era con los mismos compañeros porque no te quedaba otra. Yo entraba, el horario era, de 9:30 a 13:30 y media, y en invierno de 5 a 8:30, y en verano de 4 a 9. Jamás se cumplía ese horario, ¿yo? Con los dedos de una mano puedo contar los días que yo he cumplido ese horario y me sobran, porque yo me tenía que quedar al medio día, porque, es un trabajo que si a ti te llama un cliente que está en China, y es un cambio de horario, y te dice el cliente: “Mira, que es que tengo este problema, con el vuelo interno”. Tú te tienes que quedar allí a resolvérselo. ¿Esas cosas quien las tiene que resolver? Los directores .Cosa que el mío no hacía, nos quedábamos los empleados. Yo muchas veces me quedaba allí, comida que me costeaba yo, a mí la empresa no me pagaba nada.  Es más, te hacían ver que es que era tu obligación. Y en verano yo he llegado a salir a las 12 de la noche.

Cundo el director había cometido un fallo o tenía un problema con su trabajo, hacía que fueran sus empleadas quienes lo resolvieran, impidiéndoles salir de la oficina hasta que lo habían resuelto. Elena poco a poco se iba quemando en su trabajo.

–          E. Llegaba el punto que él cogía y decía: “De aquí no se va nadie hasta que esto no quede resuelto”. ¿No se va nadie? De nosotras. Porque él se iba… Yo decía, por qué estoy yo aquí sacrificando mi tiempo, que para mí mi tiempo es primordial, por hacerle un favor a una persona, que encima es una persona que no me ayudaba ni se alegraba por nada bueno que me pasara.

La empresa de alguna manera sabía cómo este director funcionaba, pero lo mantenían por los compromisos que tuviesen, siendo las trabajadoras quienes tenían que asumir su mala gestión. Elena sí se sentía respaldada por el director de personal, que ya conocía a su director y al jefe del director, y sí respaldó a Elena cuando su director comenzó a achacarle robos de distintas cantidades de dinero.

Cada empleada o empleado tiene un código personal individual para acceder a los programas y a la información de la empresa, es una forma de controlar las ventas de cada empleado.

–          E. Pues, cuando este director entró a la oficina nos pidió a mis compañeras y a mí, nuestro código con nuestra contraseña, que eso es privado, pero nos lo pidió. Yo de eso no me acordaba, y cuando me cambié de oficina, él se había metido en expedientes míos antiguos, y teníamos promociones de regalos para los clientes, pues lo quitaba, se quedaba con ese dinero, y luego me llamaba a mí a la oficina y me decía que ese dinero faltaba del expediente. Cuando yo me dejó todo cuadrado. Y yo eso lo descubrí porque un día me llamó mi compañera y me dijo: “Mira Elena, te voy a decir una cosa porque es que te va a perjudicar”. Porque ella era mi compañera que ya éramos amigas. Dice: “Que sepas que se está metiendo en tus expedientes y está haciendo reembolsos”. Y cogí y cambié mi contraseña. Y cuando él vio que ya no se podía meter en los expedientes me llamó un día, por teléfono, y me dijo que, había un expediente, ¿de qué cantidad? Era poca cantidad, la verdad, no se si era 150 euros. “Que faltaba ese dinero y que eso era muy sospechoso”. Fueron sus palabras, y yo enseguida llamé al jefe de personal y hablé con él.

Le contó el problema y el jefe de personal le prometió que lo iba a comprobar.

–          E. Eso te viene fecha, hora y todo. Y mira, lo que son las cosas, él había cogido, mientras yo estuve de baja, había estado tocando mis expedientes, mientras yo estuve de baja.

El jefe de personal, la llamó para consultarle las fechas en las que estuvo de baja y comprobaron que su antiguo director se había estado metiendo con su clave, cambiando los expedientes y realizando pequeños reembolsos. El jefe de personal le dijo: “Pues quédate tranquila, que no te va a volver a molestar, esa persona no te va a volver a molestar”.

–          E. Yo para mí veo que intentó que yo figurara como ladrona, quedándose él el dinero. Ya ves tú que yo hasta he tenido que poner dinero, que eso es otra cosa. Nosotros hemos tenido que poner dinero, porque eso es otra cosa, nosotros hemos tenido que poner dinero si a ti te faltaba dinero por el tema que fuera.

Los motivos por los que podía faltar dinero, podría ser porque el precio que comunican al cliente varíe entre reserva y formalizar la tarifa, pueden haber cambiado, a veces los clientes no pagan más, y puede pasar. Otro motivo puede ser un lapsus con la calculadora, o bien que el director tomase dinero de la empresa y tratase de achacarlo a las trabajadoras.

–          E. Otras veces porque alguien, haya metido mano en ese expediente y haya sacado dinero, como nos ha pasado a nosotras.

Son muchas “cositas” puntuales las que le han pasado en la empresa.

–          E. “Hubo una vez, que a un cliente, yo tenía unos clientes muy buenos, que todos los años se iban a hacer un viaje grande, además, eran dos familias unidas, un viaje de 15 personas o así. Entonces, ahí yo hice la venta del viaje, incluso los billetes de tren. Y vino el cliente a pagarme los billetes de tren, y luego vino su hermano y me volvió a pagar. Pero yo no estaba ese día, y mi compañera volvió a cobrarle los billetes, sin saber si yo ya se lo había cobrado o no, entonces, ese dinero sobraba, cuando yo fui a cerrar el expediente, que el clientes ya me lo había abonado todo, me di cuenta de que ese dinero sobraba. Y ya pues hablé con mi compañera. “Ahh, pues vinieron a pagármelo”. “Si ya estaba pagado”. Total, que sobraba ese dinero. Y mi reacción fue llamar al cliente: “Venga a recoger su dinero”. Porque era un dinero importante, casi 600 euros, de billetes tren. Y como todo había que consultárselo al director, y yo llevaba poco tiempo, pues se lo consulté. “Mira lo queme ha pasado con este expediente, y sobra este dinero, voy alamar al cliente para que venga a recogerlo”. Pues no me dejó, me dijo que no. Digo: “Yo no quiero que me ponga la cara roja, que se de cuenta, que me diga. “Oye, Elena, que me has cobrado dos veces los billetes de tren”. “Que no, que no, que no. Que aquí quien dice lo que hay que hacer soy yo”. Y bueno, me empezó a dar un sermón. Porque otra cosa que tenía es que me gritaba delante de clientes, y empezó a gritarme, y le dije: “Yo esto lo dejo en tus manos, yo no me voy a hacer ya responsable de este expediente, póntelo como si la venta la hubieran hecho tú, porque yo no quiero ni que me vaya a venir el cliente, ni que desde la central me digan: “Oye, que ahí hay un dinero que sobra”.

El director entonces le propuso que llamase al cliente, y que en vez de 600 euros le devolviese 200 euros, pero Elena no le vio sentido, sería peor.

–          E. Al final no se le devolvió nada, nada, ni los 200 euros ni nada. Pero ese dinero desapareció. Nosotros teníamos un sobre que le decíamos el sobre para las incidencias.

El sobre de “las incidencias”, desapareció, estaba guardado en un cajón.

A partir de este momento Elena comenzó a tener problemas con su jefe, porque no se prestaba a asumir su riesgo. Elena no quería perder su puesto de trabajo ni que la acusaran de robar.

–          E. ¿Tenía unos chanchullos? Lo que te he comentado de las empresas, tenía sus acuerdos: “Pues ahora me contratáis este viaje”. Las empresas nos pagaban a crédito, con un dinero reservado, pues él hacía los reembolsos en efectivo, que nos llaman de la central y nos decía: “Oye, ¿este reembolso cómo lo habéis hecho en efectivo?”. Él tenía un tocho así, de papelitos firmados de los responsables de la empresa, y de otros amigos suyos, responsables también, tenía las firmas, y sabía hacer la firma, las falsificaba.

–          ¿Cómo que le había dado el dinero y no se lo había dado, y la empresa no reclamaba el dinero?

–          E. No, no lo reclamaban Carmen,  yo ya pienso que es que igual tenían ellos acuerdos.

–          Claro, porque si pagas un viaje y no lo haces y no te devuelven el dinero adelantado.

–          E. Ahí, eso tenía que tener algo. ¿De hecho? Ahora Marsans ya no existe, y van a abrir otras oficinas, y con este director no han contado.

Se refiere a los viajes de empresa que se reservaba  y no se realizaban, Elena cree que se repartían el dinero entre su director y el intermediario de la empresa.

En Marsans debía haber prácticas similares a las de su director en otras oficinas, sería más frecuente de lo que se suponía, pero no eran prácticas aisladas de algunos directores, sino permitidas por quienes les protegían y les mantenían en la empresa.

–          A lo mejor había prácticas similares en otros lugares, no solo en tu oficina.

–          E. Seguro, seguro. Eso era a nivel general, es más, eso no lo he vivío yo pero hasta los directores superiores, de hecho Díaz Ferran era el Director máximo. Y mira lo que ha pasado, eso era una cosa. Por eso lo de Marsans A y Masrsans B. ¿Marsans B a quien era? Pues la directora, como la primera que yo tuve, que es una bellísima persona, y es una persona que sí que trabajaba, que esa vivía pa la oficina. Ella se ha ido a las 12 de la noche ella entraba a primera y salía la última de la oficina, y estaba siempre dando la cara por su equipo, si había un problema era un problema de todos.

En las convenciones premiaban a quien habían vendido más, a la vez que desprestigiaban a quienes habían vendido menos, también eran quienes estaban en peores sitios.

–          E. A las que venden menos, era como, entre nosotros mismos, entre compañeros: Ahh, pues yo no conozco a fulanita, y Fulanita, de qué oficina es directora, porque era como: “Los que estaban ahí son los apartadas, los mejores somos los que vendemos”.  Y no es que seamos los que vendemos más ni menos, simplemente, han conseguido tener un buen equipo, en mi oficina no se vendía por el director, porque se preocupase por las ventas, nos mandaba a nosotras. Porque dos no éramos de Madrid, nos decía que era una pena que a él le hubiesen tocado personal de fuer de Madrid, así nos los decía, hasta que ya a la tercera vez que me lo dijo le contesté. Entones le dije: “Bueno, si a ti te parece que no siendo de Madrid, y por ese motivo tienes poca venta, la poca venta que tengo les voy a decir que no vengan a esta oficina”.

Porque todos sus conocidos, aunque eran de otra ciudad, compraban los viajes a Elena todos los años.

–          E. Todos mis amigos me lo compraban a mí, todo. Hubo un verano que yo fui la que más cruceros vendió de todas las oficinas de la ciudad”. Y los incentivos se los quedó él, no me los daba mí, y también la promoción Disney, y él en ningún momento, ni nos felicitaba, ni nada, se colgaba las medallas.

A la siguiente oficina a la que fue, no era tan fuerte con este director, pero también había prácticas abusivas.

En esa oficina los horarios eran incluso más extensos porque tenía mucha clientela, había mucho trabajo. En realidad había más trabajo para más trabajadores de los que estaban, pero no contrataban más personas, la directora estuvo reclamado más personas, y cuando yo me vine, no habían contratado a nadie más.

A Elena la empresa no le debe dinero porque ella decidió dejar la empresa unos meses antes de que quebrase.

Me costó mucho decidir dejar el trabajo, pero me alegro mucho.

–          E. Como que te desprestigian también mucho, es como: “Tú estas aquí y te estamos haciendo un favor porque estés aquí trabajando”. ¿Te puedes creer que yo, a los 6 meses, cuando me fueron a renovar el contrato, que yo cobraba 519 euros. Me acuerdo desde luego, porque ya me hacía hasta gracia, porque decía: “Dios mío, ¿Quién cobra hoy en día 519 euros? Era una barbaridad, pero, yo claro, aconsejada por una de mis profesoras, me dijo: “Mira, están buscando en otras agencias agentes de viajes, si ves que no te interesa, que estás cobrando eso, cámbiate de agencia, yo tengo contactos, yo si quieres hablo.

Entonces Elena cuando le iban a renovar 3 meses más, dije que había encontrando otro trabajo en el que le pagaban más, que si ellos se lo igualaban se quedaría y si no se iría a otro sitio. Ella se arriesgó, le dijo que se iría a otra empresa, con mejores condiciones y mejor sueldo, y le subieron 100 euros más, con promesa que cuando fui indefinida, empecé a cobrar hasta los 800.

Ella se pregunta hoy cómo aguantó tanto tiempo en esa situación, su padres debían ayudarle económicamente a pasar comida y su alquiler, ya que su sueldo no le llegaba, además ella pagaba la comida fuera de casa, cuando se quedaba a trabajar, se pregunta por cómo aceptó asumir esas situaciones, y tiene otras compañeras que han pasado situaciones similares o peores, se pregunta qué era lo que había que estuviesen tanto tiempo en la empresa. Elena seguía atendiendo clientes si entraban en la oficina, aunque fuesen las 10 y ella hubiese tenido que salir a las 9. Los sábados debería salir a las 1:30 y podría salir a  las 3, mientras tuviera la oficina llena de gente.

–          E. Yo no sirvo para dejar a nadie sin atender.

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