«Soy funcionario, apenas tomo café y estoy muriendo por asplastamiento de trabajo»


La conversación durante el café de hoy no puede estar marcada por otras palabras, en hospitales, administraciones, juzgados, taquillas y oficinas, que por las del secretario de Administraciones Públicas, Antonio Beteta, que este jueves instó a los funcionarios a «olvidarse del cafelito y del periódico». Con más o menos acierto, lo que Beteta argumentaba era la necesidad de ser más productivos en todos los ámbitos, también en el desempeño del empleo público, y esgrimía para ello la necesidad de impulsar el ahorro de 2.500 millones de euros conseguido sólo en las Comunidades Autonómas y en los ayuntamientos por la mera decisión de ampliar en 2,5 horas las jornada de los funcionarios.

Esta determinación, que formó parte del paquete de medidas de ajuste iniciales que adoptó el Gobierno el pasado 30 de diciembre con el objeto de contener el gasto público en 8.900 millones de euros, originó ya un remolino laboral entre los funcionarios, si bien ajustaron su nueva jornada a esta resolución, prolongando en media hora diaria su quehacer o distribuyendo esas nuevas horas por tardes o días, según los puestos. Por ello, muchos son los funcionarios que han expresado su malestar por las palabras de Beteta, a quien entre los comentarios recopilados por ABC.es no faltan las acusaciones por no conocer el verdadero «trabajo al pie de la Administración».

Muchos de los reproches de los lectores de este periódico redundan en que los funcionarios del «cafelito y el periódico» a los que alude Beteta son, en su mayoría, cargos por designación política que pueden tomarse un respiro sin que los informes o las tareas pendientes saturen su día a día. No sin cierta guasa, algunos piensan que el secretario de Estado «juzga a todos los funcionarios por lo que ve a su alrededor, en el Parlamento, y por vergüenza ajena les pide a sus señorías que sean más productivos» (dice un usuario bajo el nick DonsinDIN).
«Son los gestores, cargos políticos, los que deben ordenar el trabajo»
Además de la distinción entre funcionario de carrera (con oposición y esfuerzo meritorio a las espaldas) y empleado público que demandan muchos internautas y usuarios de las redes sociales que han dejado sus comentarios en los perfiles de ABC.es, otros dardos apuntan directamente al corazón de los políticos y la mala gestión de los cargos púbicos, que son los que deben ordenar «la cantidad de trabajo» que se coloca sobre las mesas de sus despachos.

José Carlos reclama al 90% de los españoles que no ejercen el funcionariado público que tengan presente que «hay funcionarios sobre todo de la Administración General del Estado que cobran 80o euros y que tienen que mantener a toda una familia». Y aprovecha para preguntar al secretario de Estado cuánto percibe él por sus funciones.
«Se pide más y se trata peor»

Muchos de esos más de tres millones de funcionarios que existen en nuestro país se han sentido ofendidos por las palabras del secretario de Estado, sobre todo por la generalización y no dudan en dejarnos por escrito sus casos particulares: «Soy funcionario, apenas tomo café una o dos veces al mes, no recuerdo cuándo fue la última vez que leí un períodico, y estoy muriendo por aplastamiento de trabajo. Cada vez se nos pide más, y cada vez se nos trata peor. No hay concursos, no hay oposiciones, hace más de diez años que no solo no nos suben el sueldo, sino que nos lo recortan. A pesar de ello nos esforzamos mucho más que los políticos que nos maltratan y nos maldirigen», escribe CPSockets.

Es un tópico hablar como lo hace Beteta, recrimina quien se reconoce herido en su orgullo, pero tampoco faltan las personas que aplauden sus declaraciones. Una recopilación de los partidarios y detractores de esas opiniones sobre la productividad y eficiencia de los funcionarios podría ser la siguiente:

Algunos protestan por el hecho de que en sus puestos de trabajo no les «da tiempo ni a ir al aseo» (describe su caso D.R.C.), mientras son decenas las peticiones dirigidas a los políticos para que empiecen por dar ejemplo y supriman los cientos de «puestos de confianza, asesores y otros cargos» que dependen directamente de su nominación personal.
«Soy funcionario, apenas tomo café y estoy muriendo por asplastamiento de trabajo»
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Cuando tomar café es o no un problema

Juanjo Santos Cerdán opina desde su experiencia que «normalmente los empleados públicos que sacan las castañas del fuego, hacen bien su trabajo, eficientemente, eficazmente e incluso echando más horas de las que se les paga (donde yo trabajo no se pagan horas extras ya), y son los que menos protestan. Hacen su trabajo y se limitan a cumplir con su obligación».
Abunda Cilensio en que no faltan los casos de Comunidades Autónomas que cuando el funcionario «está de baja laboral, ya no le pagan los tres primeros días, y luego cobra un 60% del sueldo», con el perjuicio evidente a la economía doméstica de su hogar.

En el lado de la balanza pesan más las personas que no ejercen el funcionariado en nuestro país que las que sí lo hacen, así que también corea la opinión del secretario de Estado del Ministerio de Hacienda algún internauta como Felipe Villahermosa, que dice a los funcionarios que ya están advertidos: «Que ningún cirujano de la Seguridad Social interrumpa una operación para tomarse un cafelito, como hacen hasta ahora. Y se acabó también eso de que los bomberos se pongan a leer el periódico con una mano mientras apagan los fuegos con la otra. Más productividad y más humildad», les recomienda.

Muchos usuarios expresan por qué les perjudicó algún cafelito a destiempo
Como él, hay ciudadanos que expresan por qué les perjudicó algún «cafelito» a destiempo en su rutina particular. «A ciertos empleados públicos les pediría yo respeto por las personas que requieren de sus servicios, a los que en muchas ocasiones (demasiadas) les hacen esperar horas porque sus desayunos se prolongan por tiempo indefinido, incluso empalmando con compras personales, sin la más mínima consideración hacia los usuarios de esos servicios. Si en este país nuestro, esos servicios públicos fueran prestados por empresas privadas o a los funcionarios se les pagara en función de su producción, la atención al usuario cambiaría para bien y se le respetaría como merecen», es la opinión de otro de nuestros lectores que jalea las impresiones de Antonio Beteta.

Uno de los seguidores del perfil de ABC.es en Twitter esgrime que «las verdades escuecen» y que cuando alguien verbaliza una aseveración como ésta, que es sobradamente compartida, se produce una reacción en cadena de los funcionarios como fórmula de protesta. Entre estos sí hay un testimonio que se repite de forma sorprendente y hasta llamativa, en aras de que el Gobierno tome nota: «El problema, señor Beteta, es que al frente de los distintos departamentos hay jefes que no se atreven a ordenar ni tan siquiera el trabajo diario sin el consentimiento del político responsable. A los jefes les falta decisión y los fucionarios de menos categoría sufren las consecuencias teniendo que trabajar a panzadas. Falta organización», asiente otro usuario.

Jose reinterpreta las famosas palabras de Josep Antoni Durán i Lleida: «Nunca he entendido por qué se ataca a los funcionarios en un país lleno de subsidiados y subvencionados. Al menos ellos madrugan, ya hacen más que el que está cobrando el PER y se pasa todo el día en el bar, o que el político enchufado en esta nuestra «simiocracia»».
«Soy funcionario, apenas tomo café y estoy muriendo por asplastamiento de trabajo»
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Un respiro en el Café Gijón

¿Buscarán las palabras de Beteta algún rédito político? Sobre ello también se enzarzan en discusión los usuarios e internautas: «Funcionarios hay de muchos tipos y de muchos niveles. Los políticos tienen que hacerse querer y son capaces de lo que sea para quedar bien. Si hay que atacar a los funcionarios, pues se les ataca y tan ricamente. Y si hay que dejarlos a todos como unos vagos pues también se hace, porque así el político Beteta queda estupendamente que de eso se trata».

Para varias personas, el representante del Gobierno no ha valorado el daño que pueden ocasionar sus palabras a la función pública y los conflictos que pueden originar entre ciudadanos y funcionarios.
La cantidad, en discusión

Esa especie de guerra dialéctica se reproduce entre los usuarios. Phantomas transmite su experiencia junto a funcionarios y a favor de las palabras del alto cargo de Cristóbal Montoro: «Yo soy una funcionaria, y fíjese que estoy de acuerdo en que el Estado central asuma las competencias de las autonomías. Seguro que «otros» no piensan igual». Y Cincolobos, otra mujer funcionaria, entra en el tema a debate: «He trabajado en dos instituciones públicas, una era un Ministerio, y la media que he visto ha sido de un funcionario muy válido por cada tres o cuatro que se toca las narices con total impunidad delante de sus superiores, quienes por cierto no se atreven a amonestarles porque ya saben que se les cae el pelo. Por cierto en ambos casos fui contratada para hacer el trabajo de esos tres o cuatro vagos que nunca han movido un dedo por aprender, o se apuntan a cursos de cosas que ya dominaban para faltar al trabajo. Que ningún funcionario me diga nada porque lo he visto y sobre todo sufrido (con mis horas extras no remuneradas) en mis propias carnes».

Entonces, Amazonas bendice: «No voy a entrar a valorar la productividad de los funcionarios. La mayoría tenemos conocidos y amigos que lo son. Ni una palabra más. Todos sabemos lo que hay. Pero lo que sí voy a decir es que sobra la mitad.Y no se iba a notar en lo que a rendimiento se refiere».

Ikaros les responde: «Pues yo conozco el caso contrario. Funcionarios supercompetentes a los que no se les deja hacer su trabajo porque ya lo hacen amiguitos que se forran mediante subcontratas y cobrando el triple que un funcionario». Su conclusión es un desafío a Beteta para que conozca de primer orden el trabajo que enjuicia: «Lo iba a sentar conmigo, en mi oficina de la Seguridad Social. A atender a más de 100 personas al día, levantándose sólo para orinar».
«¿Por qué quiere ser todo el mundo funcionario?. Por algo será», se preguntan
Los males de la Administración no pasan por el café que puedan tomar los funcionarios, comentan varias personas, y con chispa, aconsejan a estos asalariados que «creen una especie de Wikileaks denunciando todos los abusos, irregularidades, sobornos y tráfico de influencias, que conocen de los políticos, desde concejales a ministros, y que no afecten al secreto profesional».
Chistes en el imaginario popular

«Si todo el mundo quiere ser funcionario, por algo será», escribe un usuario en Twitter, y entre los comentarios surge pronto el chascarrillo propio del calado popular. El chiste es que le dice el niño al padre: «¡Papá, papá, de mayor voy a ser funcionario! A lo que le interroga el padre por qué. Porque por la mañana no trabajan, y por la tarde no van».

Ninguna gracia le hacen estos comentarios tan asentados en el imaginario popular a Goomer35, que se queja amargamente «después de tantos años con el culo en la silla, estudiando como loco, formándose a diario, dedicando entre 50 y 60 horas a la semana a atenderles a ustedes, a abandonar frecuentemente a la familia, a renunciar a unos ingresos elevados procedentes de una privada que no aporta nada más, como médico especialista de la sanidad pública, es decir, también funcionario». Y Norberto se empeña en poner paz: «Durante los últimos 35 años llevo trabajando a turnos, eso incluye noches, festivos, Navidades y no me importa, lo elegí yo y me gusta mi trabajo. Me siento útil y me pagan (bastante mal) por ello. Pero cuando un individuo al que hago la vida más facil con mi trabajo, por simple demagogia, dice esas «charadas», me baja el ánimo. Y que conste que seguiré tomando mi cafetito, cuando toque, como cualquier otro trabajador. Aunque a mí me toque a veces tomarlo a las tres de la mañana, como a muchos otros trabajadores».

Es solo una muestra representativa de la polémica, recurrente, sobre el desempeño real de los funcionarios en nuestro país.

http://www.abc.es/20120413/espana/abci-funcionarios-beteta-respuestas-201204131207.html

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