Labor sindical y su represión en el sector de las TIC: Mi experiencia sindical en la canadiense CGI


Hace unos cinco años y medio fui contratado por una multinacional canadiense de las TIC (CGI). Corrijo, por la filial española de esa empresa (Nácar) que es la «marca blanca» de CGI, algo de lo que sólo me enteré cuando me llegó el precontrato. Comenzando a trabajar subcontratado para una empresa de telefonía me encontré con las constantes del trabajo en la informática: horas extra en forma de guardias obligatorias, ambiente competitivo, nula formación o posibilidad de promoción interna… ¿Posibilidad de mejorar esto? ¿Para qué? La empresa ocultaba estos problemas tras una multitud de tecnicismos en inglés y la repetición como mantra de su excelencia y de que eran como una familia.

Represión antisindical en CGI

Pero no todos nos tragábamos “lo guay” que era ser «member» (sic) de CGI, algunos pensamos en organizarnos para defender nuestros derechos. Formamos una sección sindical de CGT. Había mucho trabajo sindical para hacer, ¿por dónde empezar? El tema de las guardias sería nuestro primer punto. Eran una violación patente de nuestro convenio (que no es precisamente para tirar cohetes) y, por tanto, empezamos denunciando el caso ante la Inspección de Trabajo.

En una empresa, y un sector en general, con tan baja movilización era fundamental intentar estimular a la plantilla para que defendiese sus propios intereses y no sólo esperar sentados las decisiones de la Inspección de Trabajo. Dos de los compañeros de la incipiente sección sindical se declararon en desobediencia y se negaron a realizar las guardias a las que no estaban obligados. La empresa comenzó a presionarles. Me gustaría decir que en esos momentos fui valiente y di la cara, pero no, tuve miedo. Pero el injusto castigo a mis compañeros por defender sus derechos fue el impulso necesario y cuando un compañero «insumiso» que sufrió mobbing fue finalmente despedido, no tenía sentido ocultarme.

Poco después conseguimos sorprender a la empresa cuando logramos presentar una candidatura para unas elecciones al comité de empresa. Por tres votos la lista de UGT consiguió un delegado más, convirtiéndose en portavoces de la empresa en el comité. Después de todo, la empresa había colaborado en la preparación de su lista.

La represión continuó tras las elecciones sindicales: un mes después de celebrarse la empresa despedía a dos compañeras que se habían presentado en nuestra candidatura pero no habían salido elegidas. Nos volcamos en apoyar a las víctimas de la represión sindical; junto con las acciones legales comenzamos la movilización. En un sector tan deslocalizado como el nuestro y con tanta subcontratación basamos la acción sindical en la realización de concentraciones de protesta en las sedes de los clientes.

Esto causó las iras de los jefes en la “unidad de negocio” de España y también de los responsables de la empresa en Europa y Canadá. Lamentablemente, aunque la acción directa emprendida por una sección sindical tan pequeña como la nuestra estaba presionando seriamente a la transnacional canadiense, la empresa pudo sentirse muy arropada por el miedo de muchos de nuestros compañeros y la pasividad del resto. Tanto es así que se promovió una recogida de firmas contra la actividad sindical entre la plantilla de CGI, recogidas bajo la atenta mirada de los jefes de equipo. Y por supuesto el único comunicado de UGT a la plantilla con motivo de los despidos fue un comunicado contra las acciones sindicales de CGT.

La empresa se sintió frustrada cuando descubrió que el control del comité de empresa no servía para frenar a la sección sindical de la CGT, prueba de ello es el correo enviado a toda la plantilla en el que la dirección nos acusa de actuar al margen del «único órgano legitimado». Y es que nuestra labor como sección sindical seguía adelante: con un boletín sindical prácticamente mensual «La Pastilla Roja», denuncias en la Inspección de Trabajo, y movilizaciones como las que realizamos con motivo del traslado sin compensación ni aviso de los trabajadores subcontratados por Isban (Banco Santander).

¿Recordáis que yo no había sido contratado por la multinacional canadiense sino por su filial española? Pues se produjo una fusión entre ambas, con la que aprovecharon para eliminar el comité de empresa. El juzgado determinó que los 70 empleados de la empresa propietaria y molona tenían más “derecho” a NO tener representación sindical, que los casi 400 de su filial a tenerla. El informe de la Inspección de Trabajo que consideraba ilegítima la supresión del comité de empresa ni siquiera se citó en la sentencia y por supuesto contaron con la estelar intervención de UGT que testificó a favor de la supresión del comité de empresa, para pedir nuevas elecciones que «nos representasen a todos»… La trampa estaba en que CGT no podía promover elecciones al no ser sindicato «más representativo». Tres años después seguimos esperando la convocatoria de UGT «que nos represente a todos».

El final del comité de empresa no supuso el fin de la actividad sindical. Sin él empezamos y sin el continuamos. Seguimos trabajando sindicalmente, por ejemplo obligando a la empresa a realizar un plan de prevención que no fuese de pega con su estudio de riesgos psicosociales a la plantilla, y obligándoles a respetar el convenio en materia de promoción interna.

Pero en diciembre del año pasado, por los cambios en el gobierno y los recortes, finalizó mi labor en el proyecto de la Administración en el que estaba. Y esta fue su oportunidad para dar otro golpe a la sección sindical.

Tras un mes dando vueltas en el proyecto más grande de la compañía, el del BBVA, me dejaron en el «bench», el banquillo de espera de proyecto, sin ninguna intención de asignarme a ninguno pues yo mismo comprobaba como se movía gente al proyecto del BBVA, como se contrataba nuevo personal mientras yo me quedaba sin trabajo efectivo.

La denuncia de este hecho ante la Inspección de Trabajo y el hecho de que la sección sindical estuviese trabajando en la vía judicial para exigir el pago de los trienios por antigüedad no frenó a la empresa a la hora de despedirme: el sábado 6 de octubre recibí un burofax (estaba de baja médica) con mi despido objetivo de 20 días por año trabajado por causas «técnicas y organizativas».

Por supuesto la estrategia seguida por la empresa para la represión sindical fue la de siempre: unos cuantos meses desasignado y te meten en el «paquete» de despidos de otoño (cuando cierra el año fiscal canadiense) y entonces ya no es represión sindical, sólo eres un desgraciado más entre todos los demás despedidos. Sin embargo esta vez la jugada es mucho más dramática. Mi despido se enmarca en los despidos masivos realizados en la consultora LOGICA recién adquirida por CGI, en la que sobresalen los despidos de personas tan molestas como mujeres con reducción de jornada o las que están de baja. He leído en la prensa internacional que los miles de despidos en Europa pretenden revalorizar a las acciones de la compañía hasta los 30$.

La nueva reforma laboral permite y alienta este tipo de comportamientos inhumanos en los que una revalorización de las acciones de una empresa con enormes beneficios valen mucho más que el empleo y el derecho de ganarse la vida de miles de personas y de sus familias.

Ante este nuevo golpe de la empresa, amparándose en la nueva reforma, no nos vamos a quedar parados. Nos opondremos a estos abusos dando una respuesta sindical. Una respuesta sindical como siempre la hemos entendido: de acción directa y construida desde la asamblea.

Publicado en cgt.org.es

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