Si no denuncias, trabajas


ANTONIO y Carlos llegaron de Madrid hace casi un año para trabajar en un tramo guipuzcoano de las obras del Tren de Alta Velocidad (TAV), en nómina de una empresa valenciana subcontratada. Sin embargo, han terminado denunciando a su compañía ante la Inspección de Trabajo. No es lo habitual. Desde la libertad que les da el haber roto las cadenas que les ataban a unas «condiciones de trabajo precarias», explican a este periódico cómo han vivido lejos de sus familias los últimos once meses. Lo hacen junto a responsables y delegados del sindicato ELA, y a 40 metros de otra obra que la central sindical ha ido a controlar, viendo cómo trabajan otros.

«¿Te acuerdas? -interpela Antonio a un delegado-; nos venías, y ¿qué te decíamos siempre? Tranquilo, que como subáis aquí y nos vean con vosotros, nos echan. Pero ya nos da igual. Somos una mierda para ellos y ves que no tienes nada que perder», explican Antonio y Carlos. El primero, de 41 años de edad, lleva 22 en la construcción; y el segundo, de 33 años, acumula otros quince de experiencia. Ambos han superado ese miedo que, según afirman los responsables sindicales, tiene «un trabajador de fuera ante un sindicato, ya que saben que si se cumple el convenio de Gipuzkoa en las obras públicas, ellos se pueden quedar fuera».

«Venimos a denunciar que nos pagan a siete euros la hora, haciendo diez horas, como mínimo, todos los días; con jornadas de 16 horas que hemos echado, de 14, 13, 12; sábados, algún domingo también… Y el precio no varía: siete euros la hora; siempre lo mismo», dice Antonio. Según añade Carlos, «ahí va todo metido, las pagas, las vacaciones, la liquidación… Lo que yo estoy ganando ahora, que soy oficial de primera, lo ganaba ya con 18 años, de peón. Ganamos entre 1.200 y 1.300 euros».

Pero ya ni eso, porque desde el pasado día 2 están en paro. La posibilidad de seguir trabajando en las obras del TAV en Arrasate, en el mismo puesto que tenían hasta ahora, estaba en sus manos. Tenían que decir sí a una oferta que les pareció «inaceptable»: «Nos dijeron que estaban contentos con nosotros y nos iban a poner en contacto con otra empresa que iba a sustituir a la nuestra en la obra; que negociásemos con ellos las condiciones: en vez de a 7, nos ofrecían 10 euros la hora y nos daban otros 15 al día para pagar el piso, la comida y todo (el convenio de Gipuzkoa fija una dieta diaria de 39,01 euros por pernoctar fuera del domicilio propio). Nos pidieron que firmáramos la baja voluntaria con nuestra anterior empresa y que al que denuncie, que es lo que vamos a hacer nosotros, a la calle».

En realidad, su rúbrica significaba una renuncia incondicional: perder el derecho que habían acumulado ambos en los once meses anteriores para disponer de una prestación de desempleo ante un eventual despido, y evitar la indemnización que les correspondía por parte de la subcontrata a la que pertenecían, que «ya debía atrasos».

Según indica un responsable comarcal de ELA, «lo que les están diciendo es que yo te doy trabajo, pero olvídate de reclamarme lo que has dejado de cobrar en estos once meses que has estado con nosotros. La empresa sabe que con los atrasos, y llevando el tiempo que llevaban en la obra, por la diferencia salarial con el convenio, estábamos hablando, al final, de una cantidad de unos 24.000 euros que les deberían pagar de más. Tenéis trabajo, les dice la empresa, siempre y cuando no me denunciéis… pero no les garantiza por cuánto tiempo». «Luego te echan y se te queda cara de tonto», añade unos de los afectados, Antonio.

No aceptaron. Su despido tuvo que ir a corroborarlo un inspector de Trabajo, que personalmente les recomendó acudir al puesto de trabajo al que les dijeron que no volvieran. Según Carlos, «no nos dieron la carta de despido». Con la constatación de que no les dejaron acceder a las obras, ahora ya tienen dónde agarrarse.

Según apunta el responsable de construcción de ELA en Gipuzkoa, Igor San José, «solo con la nómina que aporten estos trabajadores en la Inspección, si no paga la empresa subcontratada, va a tener que hacerlo la UTE. Estas denuncias las ponemos y las ganamos. Lo más difícil va a ser demostrar el número de horas que han metido. Esa es otra historia. En la construcción se permite denunciar incluso a la promotora, que en este caso es Adif y sabes que no se va a declarar insolvente. La pequeña puede hacerlo, pero la responsabilidad subsidiaria de quien la contrató está ahí».

Según apunta uno de estos empleados despedidos, Carlos, «hasta ahora hemos aguantado por necesidad. Pero ya vale».

http://www.noticiasdegipuzkoa.com/2012/03/11/economia/si-no-denuncias-trabajas

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