Trabajar por una nómina que no llega


Son responsables en sus puestos de trabajo, cumplen objetivos, responden a las necesidades de la empresa, están dispuestos a trabajar más de 40 horas a la semana si la situación lo requiere, pero no cobran a final de mes. La situación se está convirtiendo en una tónica generalizada entre miles de trabajadores de la provincia. No hay sector que se escape a ello y, aunque son las administraciones locales las que se llevan la peor parte, los sectores de servicios a otras empresas, transporte, comercio y seguridad son los que tienen más empresas afectadas por el impago de las nóminas a los trabajadores.

No hay quien se atreva a dar una cifra global, aunque lo que se tiene claro es que se han disparado en los últimos años. Se calcula que sólo en 2011 el aumento de onubenses que no ingresan sus nóminas a tiempo ha aumentado un 70%, según CSI-F. La radiografía queda bien reflejada en la evolución de los sueldos que se ha reclamado a través de los juzgados. A falta del cierre del último trimestre de 2011, desde UGT se calcula que el año concluirá con 1.697 reclamaciones, frente a las 868 que se presentaron en el Juzgado de lo Social de Huelva en 2007, lo que demuestra el fuerte incremento de casos: un 96% más. Pero los casos reales se redoblan y se estima que pueden llegar a triplicar esta cantidad, aunque es el temor a perder lo poco que se tiene (un trabajo) lo que lleva a no hacer pública la situación. Hasta que no hay otro remedio. Esa denuncia suele llegar cuando ya es tarde, según se entiende en UGT, donde no hay duda de que el impago reiterado desencadena en el despido: «Después de cuatro o cinco meses sin cobrar, la empresa termina diciendo que no puede mantener el puesto de trabajo. Ese es el drama», sostiene el secretario de Política Sectorial y Seguridad Laboral de UGT, Rafael González. Y en esa línea también se apoya el responsable del Área de Acción Sindical y Salud Laboral de CCOO, Francisco Domínguez, quien asegura que «ha cambiado radicalmente la actividad» del gabinete jurídico del sindicato, que ahora se centra en despidos e impagos.

Para CSI-F , el principal motivo que ha llevado a esta situación e la provincia es la escasez de fuentes de financiación para los principales deudores (los ayuntamientos), que han provocado la quiebra en muchas empresas privadas, por lo que desde el sindicato se reclama que las administraciones autonómica y central inyecten capital a los consistorios porque la crisis ha acabado con la principal fuente de financiación: las transacciones inmobiliarias. Otra de las raíces del problema, según el presidente del sector de la Administración local, Juan Manuel Quilón, son «las contrataciones que se hicieron años atrás inflando las plantillas». Esa situación ha derivado en el impago a proveedores y ahí entra la empresa privada, que (en no pocas ocasiones) ha retrasado el pago de nóminas ante el impago de los servicios prestados a la Administración. «Aunque eso no les exime de su responsabilidad. La gestión -argumenta Domínguez- debe asumirse y hacerse; no se puede echar la culpa del problema a otros».

Ante una situación de impago, los trabajadores no sólo se sienten desprotegidos, sino que en la mayor parte de los casos no saben qué hacer. No es sencillo dar un consejo, fundamentalmente porque mientras no llega la nómina sí lo hace el recibo de la hipoteca, préstamos, luz, agua y un largo etcétera que llega con la puntualidad que lo dejó de hacer el sueldo. La única salida, pasa por el apoyo de la familia «sin la que no se podría soportar la situación», explica más de un afectado.

Uno de los casos más sangrantes en nuestra provincia de impago de nóminas es el que viven los 27 trabajadores del centro de mayores Núñez Limón de Alosno, que llevan sin cobrar nueve meses, y, aún así, siguen acudiendo puntualmente a sus puestos de trabajo para no dejar desamparados a los 30 mayores que viven en la residencia, por no propiciar su cierre.

Tras varias movilizaciones por el pueblo, las pocas esperanzas que aún albergan les llevaron a acampar indefinidamente a las puertas del Ayuntamiento, el pasado 31 de enero, de donde no se moverán hasta que cobren varias de las nóminas que les adeuda la fundación benéfico asistencial que gestiona el geriátrico. Allí han instalado su hogar y allí, por la ola de frío de las últimas semanas, están llegando a soportar temperaturas de hasta cinco grados bajo cero.

La historia es, por desgracia, siempre la misma: el impago o las deudas repercuten directamente en el trabajador. De hecho, sobre el Núñez Limón pesa un embargo como consecuencia de la deuda de 2,4 millones que contrajo la fundación con la empresa constructora, a la que su anterior presidente (el ex alcalde de Alosno) y su anterior dirección, encargaron la construcción de un nuevo edificio presupuestado en 4,2 millones. La obra quedó a medio construir por falta de financiación. La constructora interpuso una denuncia con el resultado de una sentencia de embargo que afecta a los 32.500 euros que aporta la Consejería de Igualdad y Bienestar Social (por las 27 plazas concertadas). El resultado: que la fundación carece de liquidez para abonar los salarios de los trabajadores hasta que no se levante el embargo.

A los trabajadores todo esto ya les da igual. No quieren mirar al pasado. Lo único que esperan es que las gestiones que, según ellos mismos, están realizando los actuales responsables de la fundación para mantener a flote el geriátrico fructifiquen cuanto antes y se traduzcan en el ingreso en sus cuentas bancarias de varias de las nóminas que se les adeudan.

Varias de nueve. Según el representante de la plantilla, Juan Nicolás Díaz, «ya no hay calificativos» para una situación «insostenible», «indignante», pero sobre todo «desesperada», ante la que se sienten «impotentes e indefensos». Díaz tiene ahora 51 años y lleva trabajando en el Núñez Limón «casi media vida». Su caso es quizás el más sangrante, ya que tiene a su cargo a su mujer, (que se dedica esporádicamente a limpiar casas); dos hijas (de 25 y 27 años y actualmente en paro); y un nieto de dos años y medio.

No obstante, y pese a las continuas lágrimas que reconoce verter diariamente como consecuencia de esta situación, así como a las que sabe que derraman sus familiares «a escondidas para que yo no lo pase peor», asegura que para superar este tipo de vicisitudes es fundamental la ayuda de la familia y el instinto de supervivencia, «que es el que hace que te eches a la calle a pedir dinero a cualquier amigo, vecino o familiar cuando te cortan la luz o el agua, o te falta para comer». Y es que así reconoce Díaz que están subsistiendo la mayor parte de sus compañeros: pidiendo dinero a sus más allegados, volviendo de nuevo al hogar paterno a vivir o incluso a casa de otros familiares, y dejando fiado en los comercios.

El campamento de Alosno no es sólo el campamento de la desesperación o la indignación. Sobre todo es «de la vergüenza» y las miles de lágrimas que todos los miembros de la plantilla derraman en la soledad de sus tiendas de campaña cuando cada día cierran definitivamente sus cremalleras dispuestos a pasar otra fría, larga y triste noche lejos de sus casas.

Mientras ellos se mantienen así, los mayores de la residencia son atendidos gracias al tesón de los propios trabajadores y a la aportación mensual del 75% de la pensión de los residentes en el caso de las 27 plazas concertadas, y del 100% en el de las dos privadas que actualmente tiene el centro, lo cual supone unos ingresos medios de 12.000 euros.

Mientras tanto, las horas, los días y aún más las semanas siguen pasando lentamente para estos 27 trabajadores cuyos derechos sienten que «están siendo pisoteados». Aún así, se niegan a tirar la toalla esperando una llamada o una visita que después de nueve meses motive una sonrisa en sus maltrechos rostros. Y es que en este frío campamento, asegura Díaz, «no pasa el tiempo, sino que intentamos matarlo como sea porque todos los días son iguales. Unos cosen, otros leen, otros escuchan la radio, y los más conversan, en un intento de olvidar su triste realidad, o al menos intentando imaginar que ésta es tan sólo la reproducción de una película que sale de alguno de los dos viejos proyectores que aún se conservan en el cine que les está sirviendo de cobijo.

http://www.huelvainformacion.es/article/huelva/1188833/trabajar/por/una/nomina/no/llega.html

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